Esta región comparte un pasado común, cultura y diversas tradiciones ancestrales que la convertirían en la zona geográfica más homogénea del planeta. Pero… ¿camina en un círculo vicioso?
En el siglo XX se experimentaron invariables conflictos ideológicos que marcaron el andar de la zona. Muchos de estos desacuerdos fueron importados desde los grandes imperios y se refugiaron en la reconocida guerra fría. Hoy, en el siglo XXI, Latinoamérica continúa siendo escenario de divisiones y sigue inmersa en las confrontaciones económicas y disputas territoriales de las grandes potencias.
Se estima que aproximadamente un 31 % de los más de 650 millones de habitantes de la región viven en condiciones de pobreza. Esta situación de precariedad y bajo desarrollo humano afecta en mayor medida a los países centroamericanos y del Caribe. Ante esto, «el Organismo de las Naciones Unidas llama a avanzar hacia sistemas de protección social universales, integrales, sostenibles y resilientes».
En 2021 tuve la oportunidad de leer el libro Dignidad y desarrollo, escrito por Roberto Casanova, donde se explican las diferencias entre ideologías y doctrinas. Las primeras suelen ser sistemas de pensamiento cerrados y muchas veces intolerantes al cambio. Por su parte, las doctrinas dan mayor apertura al nuevo conocimiento y sostienen programas incluyentes. Ante eso, es muy importante conocer el comportamiento de las ideologías en nuestra región.
¿Un círculo vicioso?
Los sistemas políticos de Latinoamérica se han desarrollado sobre la base de programas ideológicos, se han vuelto dogmáticos y se orientan a clases privilegiadas de la sociedad. Como resultado de esto se ha producido la gran brecha social y económica que impera en el continente. Esta situación involucra a los gobiernos de derecha e izquierda en igualdad de condiciones.
Las estadísticas ponen en evidencia la existencia de un círculo vicioso. Este restringe toda posibilidad de un plan de nación para el desarrollo y el crecimiento equitativo de la población. Esta condición se relaciona con periodos de gobierno al mando de ideologías de derecha (no doctrinas). Los resultados son nefastos y se traducen en exclusión, explotación de recursos naturales y creación de monopolios privados, entre otros problemas.
Estas injusticias impulsan la ola de cambio ideológico hacia gobiernos de izquierda, en los que se castiga el libre mercado y se cree firmemente que la planificación estatal permitirá la prosperidad e igualdad. Sin embargo, las promesas de campaña se traducen en la instalación de élites privilegiadas que utilizan el Estado como su propia empresa. Estos promueven la impunidad, nacionalizan el mercado, se benefician del rendimiento económico y restringen las libertades individuales.
La pobreza y la exclusión persisten sin importar el enfoque ideológico dominante. Se trata de una lucha por el poder político que finaliza en pobreza, marginación, corrupción y captura de los Estados latinoamericanos.
En 2022 se está asentando una nueva clase de gobiernos de izquierda (ahora denominados de centroizquierda), que podría alcanzar el nivel alto que registró la ideología derechista de los noventa. No obstante, se perciben los mismos vicios del pasado. Hasta la fecha, nuestras democracias no han podido lograr madurez política para unir a la sociedad y concebir programas de nación inclusivos y participativos.
Se necesita concebir un programa moral, político, económico y social que sea abierto al consenso e impulse el bienestar para todos.
Escrito por David Araujo
Coordinador de Proyectos Fundación Konrad Adenauer Honduras, KAS